«La Eucaristía nunca puede ser solo una acción litúrgica. Solo es completa, si el ‘ágape’ litúrgico se convierte en amor cotidiano. En el culto cristiano, las dos cosas se transforman en una, el ser agraciados por el Señor en el acto cultual y el cultivo del amor respecto al prójimo. Pidamos en esta hora al Señor la gracia de aprender a vivir cada vez mejor el misterio de la Eucaristía, de manera que comience así la transformación del mundo» (Benedicto XVI, Homilía, 9.IV.2009).
El Evangelio de San Juan recoge en el capítulo 6 la primera multiplicación de los panes y de los peces, un milagro que prefigura la Pascua del Señor y la institución de la Eucaristía. Jesucristo lo hace ante la sorpresa de los apóstoles que no tienen alimento para toda la muchedumbre reunidos junto a Jesucristo, que hace ver que todos hemos de ayudar a todo tipo de personas en situaciones normales y en situaciones difíciles, sin resignarse a la pasividad, invitando a sus discípulos a ser creativos para poner soluciones y complicarse al vida para ayudar a los demás.
En la misma línea nos dice el Papa Francisco: «La comunidad cristiana nace y renace continuamente de esta comunión eucarística. Por ello, vivir la comunión con Cristo es otra cosa distinta a permanecer pasivos y ajenos a la vida cotidiana; por el contrario, nos introduce cada vez más en la relación con los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, para ofrecerles la señal concreta de la misericordia y la atención de Cristo (…). Jesús ha visto a la muchedumbre, ha sentido compasión por ella y ha multiplicado los panes; así hace lo mismo con la Eucaristía. Y nosotros, creyentes que recibimos este pan eucarístico, estamos empujados por Jesús para llevar este servicio a los demás, con su misma compasión» (Francisco, Audiencia, 17.VIII.2016).
Se comprende así que la Asociación Eucarística de San Ildefonso tenga como fin ayudar caritativamente a los demás. En Granada nos acogemos a los ejemplos de caridad que nos ofrecen San Juan de Dios y el Beato Fray Leopoldo de Alpandeire.
